La empresa La Sibila transforma leche fluida en fórmulas exportables, un modelo cooperativo y tecnológico que marca un antes y un después en la lechería.
Una historia de reconversión industrial y estrategia exportadora sobresale en el mapa lácteo argentino. Un grupo de productores decidió ir más allá del tambo: adquirieron una planta de Nestlé ubicada en Nogoyá, provincia de Entre Ríos, y transformaron su modelo productivo. Esa decisión les permitió consolidarse como uno de los pocos actores en Sudamérica con capacidad de producir leche en polvo de calidad y fórmulas nutricionales aptas para mercados exigentes.
Cambio de rol: de productores a industriales
Hasta ese momento, la empresa La Sibila, liderada por el Grupo Los Lazos, se dedicaba principalmente a la producción lechera fluida. Como lo explica Luis Filippi, el paso decisivo fue reconocer que “producir un alimento perecedero que debía venderse todos los días” limitaba su escala. La compra de la planta permitió integrar el proceso: ya no solo producir leche, sino transformarla.
Ese movimiento estratégico implicó asumir desafíos de mayor magnitud: adaptar instalaciones, certificar estándares de calidad, incorporar tecnología para deshidratación y control de fórmulas, y cumplir con exigencias de mercados externos. Pero el riesgo fue compensado por la oportunidad de posicionarse con valor agregado.
Productos y mercados globales
Hoy, La Sibila no solo produce leche en polvo sino también fórmulas infantiles y otros productos deshidratados que exportan a destinos con altos estándares sanitarios. Para ello, cuentan con certificaciones que respaldan su capacidad de atender mercados exigentes que demandan calidad, trazabilidad y controles rigurosos.
Filippi subraya una visión ambiciosa: “El mundo está necesitando leche y Argentina es uno de los países con mayor potencial para crecer en producción por sus condiciones de tierra, agua y alimento”. Esa mirada externa alimenta la apuesta por exportar más y diversificar destinos.