La lechería, como todas las actividades relacionadas con el campo, tiene una evolución permanente en sus formas de producción, en busca de bajar costos, mejorar el bienestar animal y conseguir más leche por cabeza y de mejor calidad. Pero todo empieza por las vacas, el insumo clave de una industria que atraviesa un momento difícil en la Argentina y el mundo.
Por eso durante la exposición Todo Láctea, el ingeniero Juan Monge, de la Universidad Nacional de Villa María, se refirió a las nuevas tendencias en estabulación, donde comienzan a prevalecer los establos con cama de compost, que se pueden dividir en dos estilos.
El sustrato ideal es la viruta de madera, pero es cara y difícil de conseguir. El aserrín es más denso aunque va bien y está la cáscara de maní». Juan Monge, Experto en lechería Universidad Nacional de Villa María.
Está la estabulación libre, o free stall, que consta de instalaciones de encierre similares a galpones, donde las vacas son libres de moverse para alimentarse, beber y descansar en espacios físicos y temporales predeterminados. Y también el compost barn. En estos últimos, los animales permanecen en reposo de forma colectiva en una gran área cubierta, que debe ser segura, estar seca y bien ventilada, lo que les da diariamente un confort y ambiente adecuado a los animales. En los sistemas más completos se proporcionan las condiciones necesarias para que los animales consigan tener un confort térmico, con el uso de ventiladores y extractores en el área de alimentación.
Los números indican que en general crecieron ambos sistemas: “Hoy contamos con 22 empresas que trabajan en free stall y 77 en cama de compost barn, con un total de 63 mil vacas. Pero de este último sistema había solo dos en 2009 y apenas 22 en 2018, la suba fue exponencial”, graficó Monge.
El 40% de estos establecimientos está ubicado en la cuenca lechera cordobesa, pero vienen creciendo fuerte Buenos Aires (ya tiene el 26%) y Entre Ríos (17%). “El compost se trabaja todos los días, la materia orgánica se transforma y favorece a las vacas. Tiene un buen impacto ambiental porque se gestiona menos del 60% del estiércol líquido por el tratamiento diario”, aseguró.
La humedad ideal es entre 40% y 60%. Si es mayor se enfría porque se moja y si está debajo se enfría porque las bacterias no trabajan.
En los últimos 10 años hubo una reestructuración de los establecimientos lecheros. Algunos de los que tenían sistemas «open lot» adoptaron o bien el compost barn o el free stall, motivados por alcanzar una mejor eficiencia de conversión de los alimentos a leche, más confort animal y escala productiva.
Según Monge, las claves para que una cama de compost tenga éxito “pasan por el diseño y la ventilación. Hay que tener en cuenta la carga animal, el laboreo y los insumos, entre ellos los sustratos. Lo más común para equilibrar la humedad es el uso de cáscara de maní, pero hay que ver los costos”, advirtió. Lo que no dejó de recalcar es que la cama debe estar siempre “seca, mullida y limpia”.
Son sistemas con confinamiento, no aplican para los pastoriles. Dentro de eso, los hay estabulados o de corral abierto, si optamos por los estabulados tenemos los free stall o los compost barn; que a su vez presentan la disyuntiva si debe ser cama fría o caliente.
“La humedad ideal debe estar entre el 40% y el 60%. Si es mayor, se enfría porque se moja y falta aireación. Y si está por debajo de estos guarismos se enfría porque las bacterias no trabajan. Por eso siempre digo que fría por seca no es malo, solo que el proceso es más lento, pero siempre es mejor que tener una humedad demasiado alta”, aconsejó. Los parámetros oscilan entre 45 y 55 por ciento de humedad y temperatura y un pH de entre 6,5 y 8,5.
Monge dio pautas de los factores que afectan la humedad. “Siempre hay un porcentaje de agua que aportan las vacas, dependiendo de la carga por metro cuadrado y el estiércol. Si el balance es negativo y la cama se seca o es positivo y se pone húmeda hay que agregar sustrato para equilibrar”, dijo.
Finalmente, el especialista se pregunto cuál es la mejor cama. “Cada uno sabe con qué equipo juega, yo digo que es aquella que tiene una superficie seca y mullida, habitada por vacas limpias que también tienen las ubres limpias. Se van a dar cuenta si está bien con la cantidad de ellas que se encuentren echadas cuando la monitoreen. Lo que no hay que olvidarse es de laborearla todos los días”, definió.
En cuanto al sustrato, un componente clave en la ecuación, aseguró que debe tener baja humedad (no más de 15%) y también baja densidad. “Debe ser limpio, sin tierra, con capacidad para retener el agua. Lo ideal es la viruta de madera, pero es cara y muy difícil de conseguir porque hay una competencia feroz con los criadores de pollos, que también la necesitan y pagan mucho por ella. El aserrín es más denso, pero anda bien, mientras que por la cáscara de maní también hay competidores y tiene una desventaja clara: es oneroso el flete porque es mucho volumen y muy poco peso. Después están las cáscaras de arroz, avena o cereales de invierno, que no son de lo mejor porque no absorben agua, aunque a veces es lo único que hay y nos tenemos que resignar a usarla”.
Fuente: El Diario de la República