La lechería nacional permanece estancada en términos productivos y eso la llevó a perder terreno en el contexto mundial. El volumen del ordeñe nacional navega alrededor de los 11 mil millones de litros, pero en el marco de un deterioro en la cantidad de tambos activos. La falta de escala de muchas unidades de negocio llevó a que muchos bajaran la persiana o se transformaran a la agricultura.
Eduardo García Maritano, integrante de la Mesa de Lechería de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), dialogó con Tranquera Abierta sobre el momento de la cadena y las amenazas de corto y mediano plazo que enfrenta el sector. En particular, el productor santafesino hizo foco en el fuerte crecimiento de Brasil y la implicancia que eso puede tener para Argentina en los próximos años.
“Argentina tiene una lechería climática. Eso quiere decir que si hace frío, uy! hace frío; si hace calor, uy! hace calor. El comportamiento de la cadena en cuanto a su resultado de negocio es aleatorio, no responde a ningún plan”, comenzó explicando el experimentado dirigente.
“Argentina hace más de 20 años que tiene como corazón de su negocio al mercado interno y tiene una generación de materia prima por encima de las necesidades de ese mercado. Y no tiene una consistencia clara y permanente para ser un jugador internacional de peso. Cuando uno mira los exportadores, si bien son muchos, 3 o 4 empresas explican más del 60% del volumen. Entonces no es que Argentina exporta, son esas cuatro empresas las que se ponen la exportación al hombro y que sólo lo hicieron no por filantropía sino por estacionalidad porque especialmente en primavera tenemos un volumen de leche que si se vuelca todo al mercado interno canibaliza su propia cadena de comercialización”,
¿Estamos estancados?
Vamos a encontrar casos exitosos, pero la prueba de que el sector no camina es que en 20 años tenemos menos tambos, una cantidad de fábricas que se queda y más gente con ganas de irse que de quedarse.
¿Y en producción?
Una producción muy parecida que uno la puede sintetizar diciendo que crecimos el 0,2% anual en los últimos 20 años; no existe.
¿Y en el mundo?
En los últimos 20 años a nivel mundial la lechería estuvo de fiesta. Paraguay creció, Brasil creció, Uruguay y Chile también. Y nosotros nos quedamos. El dolor que nos provoca el sector es que pudiendo ser una actividad que genera arraigo no lo hacemos, porque nada es más importante para generar población que la producción lechera, porque obliga a ordeñar todos los días, más el camión que va a retirar la leche, los que prestan servicios, todo eso podría ser mucho más y nos sobran los recursos.
¿Y qué pasa?
Si la cadena se organizara en un plan de negocios y definiera qué hacer para ganar dinero, todo eso sería posible. Porque no hablamos de traer gente a la lechería porque las vacas son lindas o porque está bueno tomar mate mirando los terneros; la actividad va a crecer si genera renta, pero la renta se construye. Tenemos que ser capaces de captar negocio internacional porque el doméstico está saturado. No le entra un kilo más de cremoso. El tema es salir a vender, pero sabiendo que el mundo no está esperando a la Argentina. Hay que ir con productos de al menos igual calidad, pero menos precio para ser competitivos.
¿Eso se puede lograr?
Eso sí se puede hacer, pero para eso hay que armar la cadena como un negocio. Un detalle: en Argentina es el día de hoy que cuando decimos leche no sabemos qué es. Cuando uno pregunta cuánto pagaron la leche a un tambero, ¿qué leche?, ¿con cuánta grasa, cuánta proteína?, ¿qué nivel de calidad de células somáticas? ¡No hay estándar! Es precapitalista la cadena láctea. Entonces, cómo vamos a armar un mercado si no está claro lo que se compra y lo que se vende; cómo se le da precio a eso para ordenar la cadena. Porque es desde los precios que se ordenan los costos. Pongamos un ejemplo, el país es uno de los principales exportadores de soja y cuando alguien quiere venir a ver la soja recorre 200 hectáreas y ya tiene en claro toda la soja del país: transgénica, siembra directa y glifosato; porque con los precios que tiene no se puede hacer otra cosa. Los precios unifican los modelos de producción y le dan eficiencia.
¿Y en la leche?
Bueno, hoy hay 10 mil tambos y 10 mil modelos distintos. Y hay gente que cree que eso es bueno y no lo es. No es la diversidad positiva. Nueva Zelanda tiene 12 mil tambos, pero recorres 10 y ya conocés todos. La diferencia en esos modelos la hace la gestión. Cuando uno tiene reglas de juego claras y perdurables, ganar o perder es el resultado de tu propia gestión. Nadie pide cuidado especial o un precio especial. Si uno sale a jugar un partido y pierde 10 a 0 bueno, se vuelve y piensa qué está haciendo y entrena porque algo anda mal. No es que en los países a los que les va bien los productores no se caen, pero siempre hay alguien que quiere tomar la bandera porque saben que es una actividad rentable si se lo hace bien con las reglas de juego dadas.
¿Qué falla acá, la coordinación?
En Argentina, yendo más a lo micro, todavía tiene una gran descoordinación entre la producción y la industria, que no es menor. Las reglas de juego comerciales son de compra-venta oral, algo que sirve para comprar un paquete de pastillas en el kiosco, pero no la leche. La leche es un suministro, el permanente envío de leche con condiciones que se tienen que mantener en el tiempo.
Ahí hay una quejade que el tambero no sabe a cuánto entrega la leche todos los días, cuánto va a cobrar…
Exacto, es una locura. Pero la entrega porque si no en 24 horas se pudre la leche. La fábrica le dice que, si no quiere, que se la quede, pero ahí la opción es tirarla. Y esto pasa en otras cadenas en las que la transacción se asemeja más a un suministro que a una compra-venta. No es casual que los granos y la ganadería tengan los mercados formales más potentes, porque la compra-venta es fácil de coordinar. Si alguien quiere vender una tonelada de soja a 50 mil pesos, alguien se la compra. Pero si pide 80 mil, no. Al contrario, si se la quieren pagar 20 mil dice “no” y espera, tiene la opción. Le da tiempo para consultar al mercado y ver si está bien o no el precio que le ofrecen. En el suministro no se puede. Pensemos el productor de uvas que al llegar la cosecha el bodeguero le dice que no sabe si se la va a comprar. El productor no tiene opciones ahí, se la tiene que entregar y recibe cheques a septiembre de 2023; ya no hay poder de negociación porque se cedió la propiedad de la producción sin reglas de juego. Por eso tiene mucha importancia el armado comercial de las cadenas para que dé como resultado un crecimiento sostenido. Sobre todo si el objetivo es ir afuera. Le podemos ganar a Nueva Zelanda.
¿Le podemos ganar?
¡Claro! Pero eso implica más inversiones. ¿Van a venir más inversores sin reglas de juego clara? No, se van a quedar haciendo soja porque dentro del desastre que es Argentina, con una macro desquiciada, el productor ahí sabe a qué atenerse. O le damos condiciones, reglas que le permitan saber que el ganar o perder serán fruto de su propia gestión, o vamos a seguir en esta situación.
Usted señala que si seguimos así y Brasil mantiene su tasa de crecimiento en un momento nos va a volcar su leche en el mercado interno, ¿cómo es eso?
Sí, en el 2000, Argentina estaba en 11 mil millones de litros y Brasil en 14 mil millones de litros de producción. Todos los ‘90 fueron de crecimiento al 7% anual y se logró duplicar el volumen. Veinte años después, nosotros seguimos en 11 mil millones de litros y Brasil llegó a 35 mil millones y creciendo. Cuando Brasil tenga 50 mil millones de litros, que va a llegar más temprano que tarde, será exportador neto. ¿Y dónde va a ser más fácil mandar producto, a China o Argentina? Va a hacer lo que hizo Argentina en los ‘90 en el marco del Mercosur. Esto es un desafío simple, miremos la misma cadena de supermercados allá y acá y encontramos que los lácteos allá son más baratos cuando al productor se le paga 40 centavos de dólar por litro y acá 20 centavos.
Con esos números es sólo cuestión de tiempo…
¡Pero claro! Además, ellos están creciendo en una lechería de exportación. Y cuando uno habla con productores brasileños nos preguntan por qué no nos asociamos para llenar de leche a China, mientras acá seguimos navegando las mieles del mercado interno.
Algo de eso ya pasa con el cerdo, que ingresa de Brasil cuando acá la producción sobra para cubrir el mercado interno…
Exacto, los productores porcinos argentinos están muy preocupados por esta situación que se va agravando.
Podría pasar algo similar con la leche…
Es que ese es el problema porque Argentina tiene un mercado demasiado chico para sostener cadenas agroalimentarias en crecimiento. La Argentina sobresatura el mercado interno. Acá no entra más un cremoso. ¿Y qué hacemos? Hay que buscar nuevos clientes. Pero no van a venir solos; el mundo está lleno de oportunidades, pero hay que ganarlas. Y para eso, insisto, hay que llegar con la misma calidad a menor precio, y lo podemos hacer. Pero hay que ordenarse. Entonces a la política hay que advertirle esto, y es sencillo, hay que hacer cumplir la normativa vigente. Que no se pongan creativos, que no imaginen nada raro, cumplamos lo que ya está. Si hiciéramos lo básico seríamos revolucionarios. Ya de por sí los mercados internacionales son demasiado volátiles. Hay que ganar con estrategia, no con voluntarismo. Hay que armar la cadena con señales de precio en donde cada uno ajuste en base a eso y tenga margen para absorber las fluctuaciones.
Fuente: Puntal