En los 90 se creció mucho, se incorporó tecnología y mejores insumos y se comenzó a pagar por calidad y el Mercosur traccionó exportaciones desde Brasil.
La leche en polvo antes del 2000 tenía un precio de U$S1600 y ahora casi se duplica en la década siguiente y luego sobreviene otra ola de inversiones llevó a crecer desde 2016 y 2021 un 2,1%
Giraudo compara el crecimiento de Argentina con el de Nueva Zelanda y señala que desde 1990 hasta este año en tasas decreciente que de punta a punta está por debajo de nuestro país, y crecerá un 0,3 este año. Allí el problema es el impacto ambiental, la falta de mano de obra y la disponibilidad de tierras.
Crece la concentración
Giraudo compartió información reciente de la Dirección Nacional de Lechería donde puede advertirse un sensible cambio en la productividad en función de la escala en los tambos de nuestro país. Las explotaciones de menos de 2 mil litros/día se redujeron del 60 a 45,8% y la producción de éstos tambos se redujo a más de la mitad, mientras que la unidades productivas de más de 10 mil litros creció en cantidad de tambos y de leche y casi 6 veces!
Giraudo señala que este es un fenómeno mundial y con mayor intensidad en estos últimos años.
La tasa de crecimiento de la producción diario promedio en los tambos en nuestro país es de 5,4% anual en los últimos cuatro años, al decir del director del Ocla es “un crecimiento muy difícil de ver en otras lecherías del mundo”.
Un dato interesante que compartió Giraudo tiene que ver con el grado de concentración que existe en la industria lechera en Argentina y en el mundo. El índice Cr4 mide el grado de concentración en la recepción de leche de las cuatro empresas más grandes que, en Argentina son La Serenísima, Saputo, Williner y Punta del Agua captan el 32% de la leche para procesar. Ese mismo coeficiente en el mundo está entre el 50 y el 97% y para un ejemplo el analista cita a Uruguay, donde Conaprole capta el 70% de la leche, en Nueva Zelanda el 90% lo capta Fonterra y en Dinamarca y Suecia concentra Arla Foods el 90% y en Estados Unidos entre cuatro empresas tienen el 90% del procesamiento de leche.
Otro dato interesante es que en el mundo la empresa cooperativa procesa la mitad de la leche mientras que en Argentina este tipo de gestión solo recibe el 5% de la leche.
También en nuestro país, entre un 30 y 40% de la leche es procesada con distintos grados de informalidad.
Consumo y exportaciones
El consumo de leche en nuestro país se mantiene en torno a los 9 mil millones de litros de leche por año y este año cerraremos con un consumo promedio de unos 180 lts per cápita aunque con marcadas diferencias: en segmento de mayores ingresos se consume en torno a los 300 litros mientras que en los deciles más bajos se consumen 50 lts/hab/año.
Respecto a la composición de ese consumo, Giraudo dijo que “se primarizó, pues creció el consumo de leche fluida, se dejó de consumir yogures, postres y otras specialtys lácteas. Hay mayor consumo de sustitutos y eso indica que hay mucho espacio para crecer en el sector. Y la causa está en un menor ingreso de las familias”.
El otro componente de la producción se exporta y está en torno a los 25% y representa este año un récord que ingresará unos U$S3000 millones. Es allí donde reside el crecimiento de la lechería y la única duda es si se cuenta con el camino despejado para poder crecer, tanto en derechos de exportación, tipo de cambio y otras normas. “También debemos atender al vehículo donde nos movemos pues hay capacidad instalada pero requiere actualización e inversiones para acompañar este crecimiento. Y la prueba estará en la capacidad de procesamiento que tendrá el año que viene”, avizoró.
Al mismo tiempo, Giraudo puso el acento en la calidad de leche que se produce y compartió el siguiente cuadro:
y afirmó que hay que mejorar los mínimos de proteína debido a los parámetros de composición que requieren los estándares internacionales para leche en polvo y aseguró que allí hay bastante para mejorar.
Respecto a la rentabilidad, el director del Ocla señaló que la rentabilidad está en torno al 2%, tres puntos por debajo de la rentabilidad que requiere el negocio para su crecimiento. Y registros semejantes muestra la industria.
Y el negocio, ¿cómo está?
“Respecto a este tema creo que hay un fuerte desequilibrio puesto que a Argentina le sobran ventajas comparativas: hay clima templado, condiciones ambientales óptimas, agua en cantidad y calidad, hay superficie y mano de obra disponible, conocimiento del negocio y profesionales muy capacitados”, recorrió el analista. A esto se le oponen dificultades en torno a las ventajas competitivas, y para refrendarlo, Giraudo se refirió a la inflación, una alta presión impositiva, financiamiento oneroso, un tipo de cambio retrasado, precios relativos distorsionados, una legislación laboral, una infraestructura de caminos que no ayuda en momentos de clima adverso, falta de seguridad en el transporte de la producción y una burocracia administrativa muy densa.
Con este panorama, Giraudo se pregunta si el problema reside en una buena transmisión entre eslabones de la cadena o bien se deben a la existencia de interferencias que introducen ruidos en el negocio. Y toma esta segunda opción al señalar que son las interferencias las que hacen que la cadena no perciba el valor que genera y que a través de ella no distribuya más equitativamente.
Para refrendarlo echa mano a una publicación del IFCN que tiene en cuenta los costos internos del negocio y los precios internacionales de la leche:
En este gráfico se puede observar en rojo la línea que combina el precio internacional de la leche y el índice IFCN, y en verde el registro del negocio lechero para el productor argentino. «Con esto se observa que la industria podría haber pagado 43 ctvs de dólar y el productor local recibe 34 ctvs de la misma moneda”, compara.
En el siguiente gráfico, el titular del Ocla da cuenta de las interferencias que observa en la cadena:
Y el siguiente sería el escenario si estuviera libre de “interferencias”:
Por último y para situar el problema de las interferencias en la cadena láctea, Giraudo cierra el dilema con el siguiente gráfico:
El problema no es el tamaño de la producción ni tampoco reside en una injusta distribución, apunta el especialista, y asienta la responsabilidad a las interferencias que devienen de los tributos, el tipo de cambio y el bajo nivel de ingresos de las familias como los elementos más destacados que impiden que los eslabones de la producción y la industria reciban lo que les correspondería. A esto, agrega el titular del Ocla que la existencia de subsidios cruzados hace que en muchos casos los premios por calidad de leche se redirijan a auxiliar a pequeños productores para que se mantengan en el sistema.
Por último, Giraudo citó un breve texto de la Universidad de Cornell:
“De nada sirve pensar en un modelo único de producción. Habrá pequeñas o grandes empresas, altamente productivas o diversificadas y multifuncionales para satisfacer las demandas locales, sin embargo todas deberán conseguir dos objetivos:
– En primer lugar deberán tomar decisiones para reducir emisiones y mitigar el efecto invernadero; – y en segundo lugar todas estas empresas deberán ser parte de su comunidad e integrar el territorio.
Deberán adoptar un enfoque proactivo administrar para que diferentes audiencias comprendan el rol que las empresas representan. Esto no se puede separar de proyectos para bienestar animal, la organización del trabajo y las condiciones sociales de los empleados, de la adopción de manejo de aguas residuales y de la adopción de técnicas agronómicas más amigables, entre otras cuestiones.
El productor que viene debe ser abierto al mundo y deberá mostrar de manera transparente y honesta su empresa que produce alimento para su comunidad. Ni torres de marfil inaccesibles ni catedrales en el desierto, los tambos deben integrarse al territorio y ser parte de la comunidad donde se asienta”.
Fuente: https://www.todolecheria.com.ar/