Cómo sucede generalmente en Argentina, hay pocas decisiones políticas que intentan facilitarle los problemas generados por la macroeconomía a la denominada “clase media”. Hay un importante segmento de trabajadores de la sociedad que se sienten excluidos en cualquier tipo de beneficio, esa famosa clase trabajadora del medio, la que activa el movimiento de la economía, el consumo de bienes y servicios, y genera que otros individuos puedan progresar también de manera indirecta.
En el campo también hay una “clase media”. No sólo hay pequeños o grandes productores. Es el segmento de trabajo que permite el mayor movimiento de las economías regionales, el que emplea a innumerables familias dentro de sus campos y permite que todo a su alrededor esté en constante movimiento. Son literalmente los que producen el 30% de la leche del país, y que oscilan entre los 4.000 y 10.000 Lts/día por unidad productiva.
Esta clase media tambera también se caracteriza por ser muy heterogénea, por sus niveles de producción, por la titularidad, o no, sobre las tierras que trabajan; por la cantidad de hectáreas que administran, entre otras diferencias sustanciales; pero no escapan a las generales del sector ante las condiciones climáticas actuales y el elevado precio de los insumos que generaron las últimas políticas agrícolas para adelantar ingreso de divisas.
Y así lo reflejan algunos productores entrevistados por TodoLecheria, pertenecientes a la cuenca lechera villamariense -una de las más importantes de Argentina- y que se enmarcan en este segmento, el de una clase media tambera no homogénea y con problemas grandes en común que pueden terminar con sus proyecciones a futuro y el sueño de sus generaciones de continuar la actividad.
El “Dólar Soja 3”, un certificado de defunción
Es la frase con la que el productor Miguel Gili (foto principal), quien posee su tambo en cercanías de La Herradura, grafica lo que podría suceder si el Gobierno continúa tomando medidas políticas y económicas que perjudican al sector lechero. “Estas medidas de dólar soja nos perjudicaron muchísimo, porque nos aumentó mucho los costos de los alquileres -200 hectáreas de las 250 que trabaja son alquiladas-, nos elevó el costo del expeller de soja -atado al precio del grano- que le damos a las vacas ante la falta de otros forrajes y silos que no podemos armar a causa de la sequía extrema. Si realmente piensan poner el dólar soja 3, sería el certificado de defunción para muchos tambos, no sólo los pequeños”, comenta el titular del Establecimiento Don Félix, con tono resignado por la situación que están atravesando y que es compatible con la de muchos productores de la región.
El productor, señala que al día de hoy disponen de muy poca reserva para darle de comer a las vacas, por lo que califica como “agobiante” la situación que atraviesan. “El maíz de primera directamente está perdido para los productores de la región, y el de segunda ya se está secando. Juntaremos lo poco que se pueda y tendremos que salir a comprar, como lo hemos hecho hace un par de semanas; pero está complicado el tema por las cuestión climática y costos que no teníamos en cuenta. No pudimos hacer rollos, la poca alfalfa que salió la estamos haciendo silo y estamos consumiendo mayor cantidad de lo normal por esta situación, por lo que vemos un panorama bastante oscuro”, detalló Gili, que haciendo cálculos finos y atendiendo a que se ha consumido el stock generado durante meses, ya estima que no pasan el próximo mes de julio con las reservas para alimentar a las 230 vacas en ordeñe que posee el establecimiento, donde actualmente están en el orden de los 6.000 lts/día.
Números que hablan de la delicada situación
Franco Boaglio es ingeniero agrónomo y miembro del grupo familiar que lleva adelante otro tambo a 25 kilómetros al sur de Villa Nueva (Cba). También como Gili ha sufrido los avatares de la sequía en su explotación tambera, donde posee unas 180 vacas que promedian actualmente los 5.700 litros diarios.
En su notebook posee un detallado esquema de producción del tambo, números que permiten saber donde se encuentra parado, y también proyectar. La alimentación de los animales es allí una variable que destaca por sus cifras negativas desde hace ya varios meses, originados por las condiciones climáticas adversas y también por decisiones macroeconómicas para nada favorables.
“Hoy en día, en una dieta de un rodeo de alta producción, necesitamos por lo menos darle entre 6 y 7 kilos de maíz molido, porque los silajes de maíz que logramos hacer sólo fueron de planta, porque casi no tenían grano por el estrés hídrico; entonces se incrementa el agregado de otros subproductos a la dieta para compensar esa pérdida, como el expeller de soja, pero a altos costos; y hasta algún balanceado comercial, que también incrementaron sus costos por los mayores precios del maíz y la soja”, detalló Boaglio como un problema no solo propio, sino que se enmarca a un cuadro generalizado del centro de la provincia de Córdoba.
Profundizando, el joven productor señaló que “en una vaca de alta producción, para darle de comer por día, estamos gastando actualmente entre los $1.100 y $1.300, para que pueda producir entre 30 y 33 litros. Si nosotros tomamos el precio de la leche, a unos $70/$73 que estamos cobrando, necesitamos por lo menos entre 17 y 19 litros de leche de la producción de esa vaca para pagar ese costo de alimentación. A ello debemos sumarle por supuesto lo que refiere a sueldos de empleados, los alquileres y todos los gastos extras del tambo, que se agravan por la coyuntura actual, motivos por el cual se nos hace muy difícil continuar así”.
El proyecto de una década, al borde del abismo
Ariel Morre es otro productor lechero con grandes problemas para proyectar su esquema productivo. Hace poco más de diez años se embarcó en montar un nuevo tambo cerca de Villa María, en tierras 100% alquiladas, con el objetivo de expandir la experiencia que ya tenían en la actividad junto a su hermano Claudio, manejando otros dos tambos.
“La situación de hoy, con la sequía extrema y los precios de insumos caros, nos indica que no queda mucho por resistir. En nuestro caso particular, al alquilar las tierras de este tambo donde producimos, nos encontramos con una gran desventaja y no nos podemos defender. Es como arrancar un partido de futbol 2 a 0 de entrada. Estamos condicionados a los precios que nos imponen”, expresa Morre.
Y este precio de alquiler que paga por el campo donde montaron este tercer tambo, atado al valor de la soja, les complicó más aún su proyección empresarial con las medidas de dólar diferencial a la oleaginosa aplicado por el Gobierno: “Los dueños del campo no se apegaron al dólar anterior, y entonces debemos pagar por estas subas. Un dólar soja 3 hoy, como se viene rumoreando, devastará totalmente la lechería. En mi caso, que alquilo, deberé vender la mayoría de mis vacas, porque no lo voy a poder sostener. Lo hemos hablado ya con mi hermano, es una decisión difícil, porque uno ama lo que hace; pero nadie va a trabajar para fundirse”, aclaró.
25 días de reserva
Al igual que la mayoría de los productores, Morre debió recurrir a sus reservas de alimentos y adelantar partidas durante este verano seco, donde el maíz de primera que iba a estar destinado para consumo de las vacas se terminó perdiendo totalmente. “Siendo sincero, me quedan reservas para unos 25 días nada más. Me queda sólo esperar a tener algo de suerte con el maíz de segunda, pero estamos muy jugados con las condiciones climáticas. Encima en materia de alimentos, como subproductos de soja, no hay mucho para elegir y a altos precios por supuesto”.
La nueva generación, al pie del cañón a pesar de la coyuntura
La actividad agropecuaria puede no estar en el proyecto de vida de muchas generaciones; pero no es el caso de éstos productores lecheros. A pesar de la coyuntura, Gili y Morre tienen en sus hijos un bastión de soporte que les permite luchar por esta actividad que aman; y en el caso de Boaglio, ya es una realidad formar parte del grupo familiar que toma decisiones en la empresa lechera.
“A pesar de que han arrancado en una época complicada, y con este año también para el olvido; por suerte veo que, en mi caso particular, llegan con ganas de hacer cosas, tienen otro empuje, son jóvenes, y por supuesto que yo los aliento a que sigan, porque en algún momento el tiempo y las políticas van a cambiar. Además, es una actividad que la llevamos en la sangre, de toda la vida, y es muy difícil decirle a quienes vienen atrás y deben tomar las riendas en la familia, que lo nieguen”, describe Gili, quien ya tiene a una de sus hijas (Carolina) tomando muchas decisiones en su esquema de producción.
La descendencia de los Morre también tiene el deseo de prosperar vinculados a la actividad lechera. “De mis tres hijos, el más grande está muy entusiasmado con armar una fábrica de quesos; al otro le gusta el campo y lo que hacemos; y mi hermano tiene la hija mas grande que quiere estudiar veterinaria y su hijo más chico es fana de las máquinas, por lo que la familia también tiene el deseo de continuar y apostar a esta actividad y lo que se genera alrededor de la misma, que son muchos puestos de trabajo, para muchas familias. En nuestro caso, hoy estamos empleando a 16 familias”, expresó el productor.
Fuente: Todo Lechería