Por Patricio Ballesteros Ledesma
Cuando a mediados de julio se dio a conocer el índice de precios al consumidor nacional que mide el INDEC, al abrir el desagregado por rubros se vio que en alimentos y bebidas, donde el incremento fue del 3,2% (igual que el IPC general), el sachet de leche por litro siguió su ritmo alcista como los meses anteriores. Esta es la punta del iceberg de lo que pasa con otros productos del rubro “lácteos”.
Detrás del salto de la paleta y el filet de merluza, la leche entera en sachet representa gran parte de esa suba con una marca del 8,9%. El precio promedio por litro de junio fue de $84,1, mientras que un mes atrás estaba en $77,2. Entre sus derivados, el dulce de leche en pote por 400 gramos subió el 8,4%, al pasar de $133,55 a $144,76 en promedio. Y el yogurt firme en pote de 195 cc aumentó el 7,1%, con una variación promedio de $76,68 a $82,16. Los quesos cremosos, pategrás y sardo, en tanto, subieron alrededor del 5%, al igual que la manteca.
Centrados en la leche fluida, en el primer semestre de 2021 la suba fue del 45% y el incremento interanual basado en junio trepa al 53,2%. Por supuesto que existe una gran dispersión de precios, tanto entre las diferentes marcas, como según el canal de venta y la región del país. Incluso los sachet con precios controlados son difíciles de conseguir, porque representan una porción muy pequeña de la oferta.
Cada mes se vuelcan al mercado apenas 6 millones de litros, con el sachet de leche fresca de la marca exclusiva de Precios Cuidados (Armonía) a $58. En julio se volvió a prorrogar este programa oficial hasta octubre, con un aumento promedio de 5% en los precios y leche larga vida deslactosada a $80 y versiones descremada, entera y 0% a $70,2. Pero también es bajo el abastecimiento de las versiones en cartón y botella, que si están en oferta desaparecen de las góndolas.
Como dato curioso, hace cinco años el litro de leche en sachet tenía un precio que no llegaba a los $21, con ese importe hoy sólo se podría comprar un cuarto del envase.
Con los pesos que hoy se compra 1 litro de leche, en 2017 se podían comprar 4 litros.
¿Por qué suben los lácteos?
En la primera quincena de junio ya se dieron nuevos aumentos. En el relevamiento del costo de 21 productos de la canasta de alimentos que hace Consumidores Libres, del economista y ex diputado Héctor Polino, la leche en sachet aumentó un 3,5%. En el período pasó de $114 a $118, en promedio en los diferentes canales comerciales.
En el Gobierno advierten que la suba en el precio internacional de las commodities presiona sobre el precio local de los alimentos, y por eso ensayan alternativas superadoras de los acuerdos de precios máximos y cuidados. Mientras monitorean las cadenas de valor, y tratan de acceder a las estructuras de costos de las compañías, auditan a las grandes cadenas, lanzan “Súper Cerca” y planes como las ensachetadoras sociales.
Con el índice de inflación mensual a la vista, algunos economistas dicen que cualquier variación de precios superior a ese porcentaje implica una rentabilidad desmedida de los fabricantes de los productos.
Pero, como en un juego del huevo y la gallina, productores y empresas aducen que los aumentos de costos en su operación son los responsables de las subas. Y también hace su aporte la remarcación en el retail, con el tan mentado costo de reposición, que muchas veces es un “por las dudas”.
Cada eslabón de la cadena descarga la responsabilidad de las subas en el anterior y el contexto económico general, aunque siempre las dos puntas, productores y consumidores son los más perjudicados.
Los tamberos reciben un valor relativamente bajo por su vital producto puesto en las tranqueras, mientras que los trabajadores compran este alimento de primera necesidad cada vez más caro. El precio promedio pagado al productor fue $31,32 por litro, en junio último, según datos de la Dirección Nacional Láctea del MAGyP. Ese monto viene creciendo pero aún no le permite al tambero recuperarse de la renta negativa de años anteriores y los actuales costos en alza.
Entonces, del campo a la mesa; transporte, industrialización, impuestos y comercialización explicarían el valor restante para llegar a aquel precio final promedio al público.
Más demanda con menor oferta
Más allá de la puja de precios y salarios, la oferta y la demanda también tienen que ver en el asunto, porque por mera tasa vegetativa cada año hay más consumo de lácteos y al mismo tiempo una producción primaria constante. Salvo en 2020, que aún con la pandemia hubo un leve repunte, el país produjo algo más de 10.000 millones de litros anuales en el último lustro, pero sólo un 20/25% se vende como leche fluida, todo el resto se industrializa como elaborados para el mercado interno (quesos, dulce de leche, crema, manteca, yogures, postres) y una parte se exporta.
Sin embargo, en lo que va de 2021 no se llegó a la mitad de ese volumen procesado: la producción no se activa y el impulso de la demanda se frena por la inflación.
Sólo en 2019 cerraron casi 1.000 tambos y se retiraron de la producción más de 100.000 vacas, según el Observatorio de la Cadena Láctea Argentina. Como consecuencia, mermaron los volúmenes de fluido disponibles para las industrias, que hoy trabajan con casi el 50% de su capacidad instalada ociosa.
El avance de la soja no sólo aisló a la ganadería para carne, también a la lechería. La industria de transformación estuvo a punto de colapsar y tuvo que concentrarse aún más. Tal fue la debacle, que hasta las dos mayores jugadores del sector, Mastellone y SanCor, enfrentaron enormes problemas financieros y estuvieron a punto de quebrar. Por eso, y a pesar de que el sector pudo recuperarse, todavía no alcanza a abastecer a un mercado en continuo crecimiento.
También faltan inversiones en innovación y tecnología en la producción primaria, sobre todo en las pymes. Abundan los derivados de alto precio y manufacturas con valor agregado, pero la leche común y accesible para los sectores de menores recursos escasea.
Cada vez más la gente se pasó a los distribuidores mayoristas y las ferias barriales en busca de un mejor precio y aparecieron en el mercado las segundas y terceras marcas. En desmedro de la calidad, incluso aparecieron substitutos o alimentos lácteos a base de leche, más económicos pero de dudoso valor nutricional, esos que hace dos años CFK rebautizó con marcas “La Pindonga” y “Cuchuflito”.
La Argentina está entre los grandes productores de leche cruda del mundo (fue líder hace décadas), un ranking que hoy encabezan Estados Unidos, Nueva Zelanda, Brasil, UE. En esos lugares existen históricos subsidios a sus productores, lo que les permite abastecer a su mercado interno a precios accesibles y ser competitivos a nivel global con sus exportaciones lácteas.
Acá, los productores enfrentan retenciones y dolarización de insumos, y al final de la cadena, la inflación restringe el consumo. Medido en dólares, y en todas sus presentaciones, el litro de leche al consumidor final es más caro en la Argentina que en la mayoría de esos mercados.
Fuente: https://www.iprofesional.com/