El problema es que la seca está afectando mucho la base forrajera y obliga a los establecimientos a “replantear y estabilizar las dietas de las vacas y asumir altos costos de producción, que no son acompañados por una dinámica de precio acorde”.
La conclusión de Caprolecoba, en este marco, es poco esperanzadora: “2023 estará jugado con menor cantidad y calidad de reservas”.
COSTOS VERSUS PRECIOS
Como se mencionó, esto ocurre en un contexto en el que los productores continúan sufriendo una descapitalización financiera, lo que “genera un gran malestar”.
Según cifras del Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (OCLA), cada tambo cobró en promedio $ 70,53 por litro entregado en tranquera en enero, apenas por encima de los costos de producción, y muy lejos de los casi $ 80 que necesitarían para poder tener una rentabilidad del 5% sobre el capital, una cifra lógica para este tipo de actividad.
“Persiste una brecha mínima de $ 9 a $10 entre lo que se cobra y el precio de equilibrio de la actividad. Cosa que se ha manifestado en distintas oportunidades y en todos los ámbitos posibles, que las industrias conocen muy bien y frente a la cual el gobierno no puede actuar como si desconociera el asunto, ya que es él -con sus intervenciones- la principal causa del problema”, criticó la entidad.
En este marco, subrayó que la cadena lechera “cumple con la sociedad”, al haber cubierto en 2022 tanto el mercado interno como las exportaciones –que crecieron fuertemente–, pero quienes no cumplen son “las autoridades”, porque “siguen las intervenciones distorsivas que restringen la captura del valor que genera por parte de la cadena y su transmisión hasta los tambos”.
“Y se suman daños crecientes con cada nuevo ‘dólar soja’ (cuyas reparaciones parciales tardan en llegar) y con mayores condicionamientos al acceso a financiamiento (SISA, RUCA, etc)”, completó Caprolecoba.
Fuente: Info Campo