La noticia saltaba estos días en todos los medios de comunicación: España comenzará a importar leche de Francia ante la escasez de los productores nacionales. Una información que puede generar, una vez más, alarma entre los consumidores.
Por de pronto, COAG Castilla y León ya avanza que en esta comunidad autónoma no va a haber desabastecimiento de leche, pero sí adelanta que, con los datos encima de la mesa, su precio volverá a subir, esta vez entre seis y ocho céntimos, a partir de enero de 2023. La comunidad autónoma es la segunda mayor productora de leche de España, sólo por detrás de Galicia.
Esta realidad se ha visto agravada por la actual situación de sobrecostes que está debilitando el músculo productivo lácteo nacional, también en Castilla y León. En un año, ya han cerrado 63 explotaciones en la comunidad porque o no han encontrado un relevo generacional o la subida de los inputs ha hundido la rentabilidad de sus negocios.
La pescadilla que se muerde la cola
El eterno conflicto entre industria, ganaderos y distribución continúa siendo un escollo difícilmente salvable que el Ministerio de Agricultura planteó solucionar aprobando la Ley de la Cadena Alimentaria para evitar que los ganaderos y agricultores puedan trabajar a pérdidas.
¿Quién asume el incremento en los insumos agrícolas? El ganadero tiene que pagar más cara la luz y los alimentos para su cabaña; la industria también paga más cara la energía para transportar y transformar esa leche, además de pagar cada vez más por otras materias primas que necesita para su envasado; y la distribución entiende que si los precios suben en exceso, el ciudadano recortará su volumen de compra.
Sin embargo, Lorenzo Rivera, secretario general de COAG en Castilla y León, recuerda que «se lleva diciendo esto años, también como excusa cuando el precio de la leche subió a 60 céntimos el litro».
Lo cierto es que la leche es un alimento de primera necesidad por lo que el consumidor hace meses que ha mostrado su preferencia por marcas más económicas, independientemente del origen del producto o su calidad.
Así, puede comprobarse cómo los briks de leche más económicos ‘desaparecen’ de los estantes de los supermercados y la rotación de las marcas más caras comienza a alargarse.
El litro de leche de vaca se paga en estos momentos al ganadero de Castilla y León a 62 céntimos el litro, lo cual supone unos 30 céntimos más que el año pasado por estas fechas, es decir, casi un 100% más que hace un año. Un dato que permite a los ganaderos «intentar al menos reponerse de las pérdidas que arrastran desde hace más de dos años», indica Rivera.
A pesar de que Rivera descarta un desabastecimiento de este alimento en los lineales de Castilla y León, sí advierte de que «es necesario tomar decisiones inteligentes porque si no el sistema no se sujeta», en relación con los acuerdos a los que aún no han llegado con la industria para establecer unos contratos tipo que se ajusten a la Ley de cadena alimentaria. El problema es que, con la volatilidad que hay en los mercados, es complicado fijar unos precios que hoy pueden ser rentables y mañana dejen de serlo.
Ante esta situación, Rivera recuerda que «el día que las explotaciones ganaderas cierren, quedaremos en manos de los precios que nos impongan desde fuera y no habrá para abastecer de alimento a la población».
La caída en la producción de la leche en Castilla y León, que ronda el 4% en el último año, se produce, además, «porque no hay novillas de reposición y éstas tardan año y medio desde que nacen hasta que comienzan a dar leche».
Industria y distribución tienen el mismo problema
Sobre esta polémica, Alberto Manzanares, gerente de Lactacyl (Industria Láctea de Castilla y León), considera «inviable repercutir en el consumidor el incremento del 30% de costes que se ha experimentado para producir leche», y considera que es la distribución la que está saliendo beneficiada de estos sobrecostes.
«Entendemos que los ganaderos, que vienen de haberlo pasado muy mal, también quieran recuperar todo lo perdido y dar beneficios, es lo normal», reflexiona, «pero la solución no es fácil porque los sobrecostes energéticos, no sólo de luz sino también de transporte, entre otros, también han subido mucho para la industria».
Los tres sectores implicados en que el consumidor pueda ir al supermercado y comprar leche están de acuerdo en que sin explotaciones viables, no hay futuro, pero el debate se enquista en qué solución aportar para que ninguno de ellos salga perjudicado en escenarios como el actual. ¿Quién puede prometer precios a un año con la actual incertidumbre en los mercados?
El precio medio de la luz en el primer semestre de 2022 fue de un 235% más caro que en los seis primeros meses del año pasado, a lo que hay que añadir el elevado precio en los combustibles para transportarla, así como la subida de los precios de las materias primas.
Hoy, el precio medio de un litro de leche en el supermercado está en 90 céntimos, cuando a comienzos de año se pagaban 65 céntimos de euro.
La distribución también ha experimentado el incremento en los costes debido al aumento en los precios de la energía y del transporte, con cámaras frigoríficas que deben estar encendidas todo el día.
Se defienden indicando que no han repercutido un 100% el precio en los lineales, cuando los agricultores sí han visto crecer en ese porcentaje el precio que les ha pagado la industria que les recoge este alimento.
En cualquier caso, los empresarios de supermercados recuerdan, además, que ellos no compran la leche al agricultor, sino a los precios que negocian con la industria, y que esta situación está sujeta a la «ley de la oferta y la demanda», por lo que cuando se anuncia una caída en la oferta, como ocurre actualmente, «suben inevitablemente los precios».
El patrón de consumo tiene mucho que ver en los resultados de este sector. Mientras hace 20 años el consumo de leche era lo habitual entre las familias españolas, estas preferencias están cambiando debido a la influencia de nuevos productos que nada tienen que ver con la leche y que comienzan a sustituir a este alimento, como son las bebidas vegetales y los batidos que, en su mayoría, llevan muy poca cantidad de este producto animal.
Aún así, España continúa por encima de la media europea en la leche de consumo directo con un 47% del total de los productos lácteos, mientras que en la UE este porcentaje cae al 17% entre otros motivos por un mayor uso de la mantequilla y del queso de vaca.
Fuente: El Español