Pese a que las empresas pueden certificar que son neutras en emisiones de carbono desde 2005 en España, es en los últimos años, especialmente desde 2020, cuando se ha incrementado exponencialmente el número de empresas interesadas en dar este paso.
Aenor es el organismo encargado de emitir ese sello, una vez calculados los gases de efecto invernadero generados por la empresa. Actualmente, tal y como corrobora el director de sostenibilidad de esta entidad, José Magro, las emisiones están cayendo y cada vez hay más proyectos de compensación. ¿Pero cómo se logra alcanzar este estatus? ¿Cuál es el camino a recorrer?
Una de las empresas que ha logrado ese sello es Capsa Food, dedicada a la elaboración de productos lácteos.
Estefanía Iglesias González, directora de sostenibilidad de la compañía, aclara que esta certificación es válida para las instalaciones de fábrica de la compañía y, por tanto todo lo que en ellas se produce, pero que el objetivo es que se pueda ampliar a proveedores (como las ganaderías lácteas) y al resto de la cadena de producción, como la distribución. «No pretendemos quedarnos solo en fábricas directas o en nuestros embalses, sino que estamos trabajando con nuestro principal socio, las cooperativas, para en fechas cercanas ser neutros».
Sin embargo, reconoce que, para que el proyecto se amplíe a toda la cadena productiva (incluyendo logística y transporte), aún queda mucho camino por recorrer, porque «hay todavía mucha tecnología por desarrollar y el mercado no está preparado para lograr este reto».
Cómo se logra el reto
Para conseguir ser de emisiones cero, lo primero es medir la huella de carbono, sabiendo cuáles son las emisiones directas. «No es una metodología sencilla», avisa Iglesias González. Aunque existen bases de datos orientativas, la responsable de sostenibilidad de la compañía asturiana recomienda trabajar mucho en la medición de cada caso y haciéndolo de acuerdo con el Protocolo GHG de emisiones de carbono.
«Hemos reducido consumos eléctricos, de gas y de agua, hemos realizado planes de reducción de residuos, hemos hecho cambios en instalaciones a tecnologías más eficientes, cambios productivos mediante programas de concienciación y sensibilización con el personal…», explica. Todas estas medidas «implican inversiones muy importantes», añade. En el caso de Capsa, cada ejercicio se destinan unos 12 millones de euros a este tipo de acciones.
Pese a todas estas mejoras, Iglesias reconoce que para la consecución de las cero emisiones es necesario también compensar aquellas que no se han conseguido eliminar, para ello es necesario poner en marcha proyectos en otros lugares, especialmente en países en vías de desarrollo.
«Estos lugares también necesitan hacer un cambio tecnológico y de combustibles para reducir sus emisiones, porque este problema es global», apunta Iglesias Fernández. «Nos sentimos con la responsabilidad de trabajar en nuestras instalaciones, pero también es importante sensibilizar y ayudar a otras empresas y países a que incorporen estas estrategias de descarbonización», añade.
La tendencia es que «el cálculo de las absorciones se realice también a nivel local hacia lo que se conoce como sumideros de carbono, que en el caso europeo serán, fundamentalmente, los sectores forestales y agrícolas», revela Magro.
Resultados a largo plazo
Un arduo trabajo que no obtiene frutos inmediatos. Desde que Capsa se plantea estratégicamente ser de emisiones cero hasta que se ven los primeros resultados «importantes» han pasado casi cinco años. En este tiempo, según los datos facilitados por la firma, se ha conseguido ser residuo cero, reduciendo un 20% el consumo de agua y cerca de un 18% el de gas, entre otros. «Parece sencillo, pero implica cambios tecnológicos importantes», asegura. Además, subraya que «las empresas también tenemos que ir acomodando esto a unos resultados positivos».
Un cambio total que deja también su huella en la cuenta de resultados. «Hay inversiones que se han amortizado en un año, mientras que otras se demoran seis o siete», responde Iglesias. «Depende de muchos factores, como el precio de la energía», apunta.
Con poco más de un millar de trabajadores y una facturación de 738 millones de euros, «tenemos que ir a proyectos que retornen rápido», admite la citada portavoz de Capsa Food. «Somos una empresa de bajo margen y las inversiones las hacemos con retornos de inversión de no más de cuatro años», detalla.
No obstante, para esta responsable, lo más difícil de lograr en esta certificación es la sensibilización de todos los grupos de interés, aunque una vez alcanzada, «nos permite seguir avanzando». Además, asegura que es un trabajo duro y constante, porque exige estar buscando siempre materiales, formas, tecnologías y estrategias de mejora.
Trabajo conjunto
El camino para lograr las cero emisiones no es sencillo, implica inversiones y también un cambio de mentalidad en todos los trabajadores. Un trabajo integral con los 1.068 empleados de Capsa Food para minimizar la generación de residuos y que, cuando estos se produzcan, separarlos en origen. Además, también se han instalado islas de reciclado o instalación de sistemas de recuperación energética.
Unos planes que siempre son continuos. Ahora, por ejemplo, la compañía empieza a instalar paneles fotovoltaicos o iluminación LED. «No somos pioneros en muchas cosas, nos asesoramos mucho con empresas especialistas en estos temas y tratamos de hacer este tipo de inversiones cuando son maduras y con coste razonable. A veces no por hacerlo antes va a ser mejor», explica.
Sin embargo, Iglesias es clara: «No se puede mirar hacia otro lado, es el único modo de hacer negocios de aquí a al futuro», sentencia. «Si no acometes este cambio estarás fuera, bien por reputación, bien por porque no seas competitivo o bien porque el consumidor no te comprará», augura.
Fuente: ABC