Encara la tercera década de este siglo con retos que son la continuación del profundo cambio que experimentó en la década pasada gracias a una liberalización del mercado que ha llevado a una reestructuración total hasta conseguir producir más con menos granjas.
La cantinela de “venta a pérdidas”, “producto reclamo” o “precios de derribo” le suena mucho a los lecheros que vienen manifestándose por este asunto desde tiempo atrás.
En los primeros años de la década pasada hubo una fuerte crisis al respecto con movilizaciones en todo el país en las que denunciaban que le perdían dinero al negocio por los bajos precios en origen y las prácticas de utilizar la leche como producto reclamo en la venta al consumidor.
La problemática no se ha extinguido, a pesar de la recuperación actual de los precios en origen, porque los Precios de Venta al Público (PVP) “no reconocen adecuadamente el coste real de los productos”, en palabras del actual presidente de la interprofesional láctea (Inlac), Ignacio Elola.
Es un problema cronificado y Elola cree que hacen falta “mayores compromisos de la distribución comercial para que no se utilice la leche como producto reclamo”.
Desde el final de las cuotas lácteas, el PVP de la leche clásica ha descendido un 1 % en el caso de la marca de la distribución y un 3,6 % en el caso de la marca del fabricante (Datos IRI 2015-2019).
El fin de las cuotas lácteas
Retomando el hilo cronográfico, fue precisamente ese fin del sistema de cuotas lácteas (1 de abril de 2015) un punto de inflexión en el devenir del sector porque supuso la liberalización de la producción (sin tope de volúmenes).
Eso hizo temer una mayor volatilidad de los precios aunque, por otro lado, se rompían los límites para poder crecer dentro del sector y en un país deficitario en leche. Elola asegura a Efeagro que el fin de ese sistema supuso un “giro importante” en la realidad del sector que tuvo que adaptarse a un mercado con mayor volatilidad y competencia intracomunitaria.
En este tiempo, valora que la UE también se haya dotado de instrumentos como un Observatorio Lácteo y mecanismos de emergencia con ayudas al almacenamiento cuando hay perturbaciones graves de mercado, a lo que se suman ayudas de la PAC y de los programas de desarrollo rural.
El fin de las cuotas supuso el comienzo de la gran reestructuración del sector hacia un contexto de menos granjas pero más grandes y con un volumen total de producción a nivel nacional que crece tímidamente cada año.
Para Elola, ese cambio de panorama es fruto de una apuesta “decidida” por la modernización de las granjas y las industrias, “actualmente en vanguardia mundial”.
Se muestra, no obstante, preocupado por el cierre de explotaciones “si suponen el abandono de real de la actividad y no es fruto de la unión” entre granjeros.
Unos cierres motivados por esa rentabilidad no asegurada o por ser una labor muy sacrificada que juegan en contra del relevo generacional, uno de los grandes problemas del campo durante esta década pasada y que seguirá vigente.
En Inlac abogan por la creación de centros para la formación y capacitación de jóvenes en el manejo y gestión de granjas que animan a cubrir ese relevo necesario.
Otro de los hándicap que viene arrastrando la industria es una escasa apuesta por productos de mayor valor añadido, pero esta década pasada se notó que esa apuesta iba creciendo y poco a poco ganando terreno a la venta únicamente de leche líquida.
Elola confirma que el sector se está adaptando cada día al mercado, regula su producción en función de las necesidades reales y apuesta de forma creciente por segmentos de valor añadido, como quesos, yogures o postres lácteos.
Y es que, según matiza, ha sabido progresivamente aprovechar sus oportunidades de inversión, diversificación, es cada día “más eficiente”, y la innovación ha sido un pilar clave durante los últimos años.
El bienestar animal y la sostenibilidad han ganado un peso enorme en las políticas europeas dirigidas a todos los ámbitos económicos y la producción de leche no ha quedado ajena a ello, de tal forma que ha ido consiguiendo certificaciones en bienestar animal y abriendo nuevos nichos de negocio como las leches de pastoreo o la leche ecológica.
Ha sido un década, la pasada, en la que el paquete lácteo obviamente tuvo su protagonismo y sus modificaciones, una de las últimas acometida ahora hace dos años para exigir que los contratos tengan una duración mínima de dos años y otros aspectos contractuales que han buscado dar mayor seguridad y estabilidad al productor.
“Luces y sombras”, como indica Elola, de una década que, “en el fondo” es necesario poner en valor porque hoy en día esta cadena factura en torno a 13.000 millones de euros al año y genera más de 60.000 empleos directos.
Fuente: https://www.efeagro.com/