El contexto económico, político y social impacta directamente en aquellos factores involucrados en los procesos complejos de toma de decisiones
Este contexto económico, político y social de nuestro país desafía nuestra capacidad de adaptación en múltiples niveles. Desde ya, pone en jaque el rol que como individuos poseemos en la sociedad. Pero también genera movimientos al interior de las empresas y de las organizaciones tanto públicas como privadas. Todo aquello que ya teníamos aprendido –y que de alguna manera conocíamos– entra en tensión. Este escenario, sin dudas, impacta directamente en aquellos factores involucrados en los procesos complejos de toma de decisiones.
¿Y si simplemente no nos encontramos preparados para atravesar estos vientos de cambio que desafían e interpelan nuestros modelos y paradigmas?
Más aún cuando esta época de transformaciones –cada vez más vertiginosas e inesperadas– afecta, por un lado, a nivel funcional-operativo y de conocimiento y, por el otro, en la cultura organizacional. En el primero, el gran desafío es la asimilación de la inteligencia artificial, que mejora la productividad y efectividad de las tareas, pero que, sin embargo, no necesariamente mejora los vínculos entre las personas. Por eso –y allí el impacto cultural–, se requiere volver a establecer compromisos comunes, incluyendo a las nuevas generaciones con sus inquietudes y formas de relacionarse, para trabajar en pos del acoplamiento entre intereses y valores, propiciando la integración social.
En definitiva, se trata de promover el crecimiento con desarrollo, no solo a nivel de ejecución de acciones que faciliten la obtención de resultados, sino también –y primordialmente– en la particular forma de ser que tenemos las personas y las organizaciones. ¿Para qué? Para prepararnos en la adaptación –un gran desafío en sí mismo–, como también para transformar el modo de ser de las personas y organizaciones que deseen marcar la diferencia. Porque a la diferencia, la hacen los diferentes.
Con base fundacional en la Ontología del Lenguaje, el Coaching Ontológico ubica al lenguaje tanto como la manera de describir situaciones, emociones o aspectos de nuestra vida personal u organizacional, como también en un rol generativo y preponderante en la construcción de significado. Así propone un proceso de aprendizaje en un contexto de confianza, aceptación y respeto, donde el protagonista es aquella persona u organización que solicita asistencia. En esa dirección, el Coach Ontológico acompaña y facilita la revisión de la manera particular de observar y observarse, en relación con las circunstancias, las emociones, los objetivos y los resultados, entre otras, para que pueda distinguir entre ellas y el significado que les otorga.
Esta profesión brinda la posibilidad de encontrar o crear un nuevo significado, generando acuerdos y acciones ecológicas y sostenibles para uno mismo y el entorno, de manera que nos permita aceptar lo ocurrido para gestionar responsablemente los emergentes del presente, en función del futuro diferente propuesto que se está comprometido en alcanzar.
En síntesis, el Coaching Ontológico aparece como una manera diferente de observar y abordar el fenómeno humano. En ese sentido, el coach ontológico emerge como un profesional comprometido en servir a otros para que puedan lograr su propósito, en un momento del mundo en el que la adaptación y la asimilación parecen la ley primera.
Por Juan Andrés Campomar
El autor es Máster Coach Ontológico Profesional y Presidente de la Asociación Argentina de Coaching Ontológico Profesional AACOP
Fuente: https://www.infobae.com/