Los cereales de invierno, en particular los cultivos de avena, cebada y trigo, representan una de las alternativas estratégicas más promisorias destinadas a conservar forrajes de alto valor nutricional para los más exigentes planteos intensivos de producción de carne y leche.
El rendimiento de materia seca (MS) y el valor nutritivo de estos ensilajes dependen en gran medida del estado del cultivo y de las buenas condiciones ambientales al momento del corte.
Los cereales de invierno, en particular los cultivos de avena, cebada y trigo, representan una de las alternativas estratégicas más promisorias destinadas a conservar forrajes de alto valor nutricional para los más exigentes planteos intensivos de producción de carne y leche.
Estos ensilajes son fuente de diversos principios nutricionales como fibra, energía y proteínas. Sin embargo, para conservar adecuadamente la mayor cantidad de nutrientes deben aplicarse, durante todo el proceso, tecnologías compatibles con las premisas básicas conceptuales de la «agricultura de precisión». Debido a que los costos de implantación de estos recursos son de magnitud y que el complejo proceso de conservación y suministro conllevan pérdidas, es necesario enfatizar estas premisas para disminuir las pérdidas y obtener los mayores beneficios marginales.
El rendimiento de materia seca (MS) y el valor nutritivo de estos ensilajes dependen en gran medida del estado del cultivo y de las buenas condiciones ambientales al momento del corte. En primavera, con plantas en pre-panojamiento -«hoja bandera»- pueden lograrse ensilajes de mayor digestibilidad (> 65%), pero con menor biomasa forrajera disponible (< 4500 kg MS/ha). Sin bien el cultivo en este estado juvenil contiene más proteína bruta y la fibra es más digestible, también contiene más agua (>70%), más potasio, más nitrógeno no proteico y menores concentraciones de carbohidratos -CH solubles y fibrosos-. Así, en términos nutricionales, esto podría resultar en materiales con desbalances y de menor estabilidad fermentativa.
En cambio, el «grano pastoso» está en un buen momento ya que permite contar simultáneamente con mayor contenido y cantidad de MS, a la vez que con un equilibrio de nutrientes más adecuado. Además, en este estado fenológico, por la menor humedad de las plantas (60-65%), pueden efectuarse picados directos sin necesidad de «oreo» previo, lo cual simplifica las operaciones y minimiza pérdidas.
Comparados al maíz, naturalmente son recursos con menos CH solubles y, por tanto, la fermentación láctica durante el almacenamiento, aún con un compactado adecuado, es más lenta y menos estable. Muchos especialistas recomiendan aplicar al forraje picado algún tipo de inoculante que contribuya a mejorar el proceso fermentativo dentro del silo, como también a estabilizarlo fuera de él durante el suministro.
El rol nutricional de estos ensilajes en los sistemas ganaderos es clave: por excelencia, son fuentes primordiales de fibra, tanto digestible -energía metabolizable- como «efectiva» -buffer ruminal-. Su contribución estratégica como fuente de fibra para equilibrar las dietas de vacas y novillos de alto desempeño es actualmente de importancia superlativa; en muchos planteos intensivos confinados o semi-confinados, las cantidades de concentrados que se utilizan son elevadas, al punto de poner en riesgo la salud de los animales debido a los recurrentes problemas de acidosis ruminal y sus patologías asociadas.
En tal sentido, para lograr máxima eficiencia de conversión, tanto el contenido de MS como el tamaño final de partícula del forraje son las variables prioritarias a regular con precisión. Los materiales con 35 a 40% de MS y un tamaño medio de partícula -picado de precisión-, de 1,3 a 1,8 cm cumplen acabadamente los objetivos nutricionales. En dietas total mezcladas (TMR), por ejemplo, son componentes recomendables para combinar con ensilajes de maíz o sorgos, aportando además proteína adicional (11 a 13% PB).
Al igual que los ensilajes de praderas, estos recursos constituyen una buena alternativa para suplementar a los animales durante el verano o para reemplazar a las pasturas cuando hay limitaciones para el pastoreo normal. Asimismo, son excelentes alimentos para vaquillonas, vacas secas y vacas en transición a la lactancia, no sólo por la calidad de su fibra sino también por los niveles aceptables de proteínas, compatibles a los requeridos por estas categorías. Desde el punto de vista mineral permiten, además, mantener un discreto balance anión-catión en las dietas del pre-parto inmediato de vacas de alta producción.
Ing. Agr. Miriam Gallardo
INTA Argentina